De obras de arte y... ¡defensa, sí!

El baloncesto, deporte que -junto al béisbol- es el que de más refinadas estadísticas dispone para explicar los resultados hasta el último detalle, a veces produce obras de arte que no es fácil reducir a una colección de cifras, por muy significativas que sean éstas. Verbigracia: el Caja Laboral-Real Madrid de 10 de marzo de 2013.

Hacía tiempo que no veíamos un espectáculo de estas dimensiones en la Liga Endesa, o en la ACB o bajo cualquiera de las otras advocaciones de la competición española. Un partido con un ritmo y una espectacularidad dignas de la NBA, con 26 triples entre dos rivales en estado de gracia, que se estuvieron dando a lo largo de 40 minutos mamporros de los que suelen dejar K.O. al rival. Al final, muy al final, fue el Madrid el que tendió en la lona al Baskonia.

Es una triste constatación de la situación actual del baloncesto -y de las televisiones autonómicas- que muchos aficionados, los de Madrid sin ir más lejos, solamente pudiesen seguir esta batalla en la cumbre de la ACB a través de un ordenador. Pero menos da una piedra: solamente los pocos miles de parroquianos del pabellón de Hershey en Pensilvania vieron a Wilt Chamberlain meter 100 puntos. Claro que eso sucedía en 1962...

Es curioso que cuando entre los dos rivales anotan 192 puntos haya que buscar en la defensa la clave del resultado final. Pero es así. Al final de la primera mitad (52-39), el Madrid iba derechito al desastre, y aunque el conceder 40 puntos en los dos últimos cuartos no pueda considerarse como un triunfo, en un partido eléctrico, con más de 140 posesiones entre los dos y un acierto conjunto muy superior al 50%, sí que fue notable el cambio. El Baskonia, cuyas penetraciones botando habían sido muchísimas en la primera parte, y con la facilidad de un cuchillo en la mantequilla, al fin se encontró con ayudas y rotaciones que minimizaban su eficacia. Y, en la batalla entre dos plantillas cansadas por duros desplazamientos en la Euroliga, fue con claridad el que terminó con más velocidad y fuerza.

Decía Pablo Laso antes de empezar: «Hay que hacer 40 minutos de muy buen baloncesto para ganar». En realidad, su equipo sólo necesitaría los 13 últimos: del 68-52 al 92-100, apabullante final de 24-48, doblando al rival, de los que dejan sin resuello a cualquiera. Sin duda le vino bien al Madrid, para lograr ese objetivo, la ausencia de Maciej Lampe, que difuminó la previsible superioridad baskonista en el juego interior. En todo caso, el propio Laso renunció pronto a dos de sus supuestos pilares en el poste bajo -Carlos Suárez y el desconcertante Rafa Hettsheimeir-, que empezaron flojos. Velocidad y tiro decidieron.